De Profundis 1

 

El programa de TV “De Profundis” emitido por UCVTV tuvo la característica de que las entrevistas fueran emitidas después de muertos los entrevistados.

 

Dibujante Jorge Délano COKE 1975. Emitido por UCVTV en 1980 después de la muerte del dibujante.

 

 

JORGE DÉLANO (COKE)


Programa TV De Profundis UCVTV 1975

Rodolfo Garcés Guzmán

 


 

Sus ojos penetrantes, atentos, me observaron con curiosidad. Le expliqué la idea del "De Profundis" y dejó oír una risa irónica.

 "Le entiendo perfectamente, dijo. Usted desea que después de muerto salga a penar por televisión

Fue una de las primeras entrevistas a personas y personajes. Contra las prevenciones de Carlos Mélendez Infante, entonces director de Canal 4, todos aceptaban ser protagonistas.

—No sé cómo lo consigues, después que explicas su destino: emisión post mortem, rezongó Meléndez con admiración mezclada al reproche.

Sólo las propongo a seres inteligentes, contesté.

Jorge Délano Frederick había fijado fecha y hora: 9 de julio de 1975, a las 7 P.M. Lugar, Génova 2016, departamento 21. Justo cinco años antes de su muerte! Misterios de su inclinación esotérica, pensará alguno, al recordar su excursiones al "Más Allá. v.". Simple y extraña coincidencia. Nada más.

Sentado ante las cámaras, algo para él familiar, como precursor del cine chileno, partí con el recatado ritual de los primeros encuentros:

—Yo quiero intentar que usted entregue a nuestros televidentes, a los que escuchen cuando ya no exista, un juicio crítico sobre Jorge Délano y sobre Coke. En suma, quién y cómo es este hombre multifacético.

Se puso ceñudo.

—En realidad hay una simbiosis entre Jorge Délano y Coke. Este alega: el señor Délano me explota, me hace trabajar y resulta que él se lleva toda la gloria. A él le pagan a mí no

—¿Cuál de los dos es depositario de las coincidencias? Ciertamente se caracteriza por ellas.

—Los dos.

—¿Qué le parece si empezamos por ahí? Entiendo que parten desde su bautismo.

—Aquello no fue coincidencia, sino que mi despliegue como humorista en la primera semana que nací. Entre paréntesis, tan enfermo, que bato el record en materia de enfermedades... Sufría una grave afección a los bronquios y en 1895 no había antibióticos. Tal era la situación, que mis parientes se vieron obligados a adelantar la fecha del bautismo.

"Tuve el honor de ser bautizado en La Moneda, pues mi padrino era mi tío Jorge Montt. En la ceremonia hubo ministros y personajes de cierta importancia. Todo esto, como comprenderá, me lo contaron, ya que era muy chico para recordarlo. Mi tío Jorge, con sus galones de almirante, me tomó en sus brazos. Cuando el capellán, de apellido Venegas, cumplía su tarea cristiana, me vino una de esas necesidades que en las guaguas no es posible prevenir...".

—Una diablura gástrica.

—Sí, gástrica. Total, hombre, que ensucié a mi pobre tío de arriba a abajo. Bueno, desde ese momento ya me sentí autorizado para seguir haciendo esta "gracia" con todos los Presidentes de Chile.

—En usted hay muchas facetas. Desde muy niño usted empezó a sorprender a sus profesores.

—"N unca recibí ni acepté regalos. Nada de trencitos ni carretoncitos. Utiles de dibujo. Ninguna otra cosa. Dibujaba de la mañana a la noche todo lo que veía en mi casa"

—¿Qué fue lo primero que usted dibujó, dicho como recuerdo consciente?

—Mire, es curioso, una carroza de pompas fúnebres.

—Como su libro, que empieza poco más o menos así.

—Precisamente. Resulta que se murió un caballero frente a mi casa, que era sumamente cariñoso. Yo era un niñito. Tenía seis o siete

años. Me impresionó mucho esa carroza. Me hizo pensar que era una locomotora. Vi, además, el coleto del cochero. En el furgón metieron el cajón con el cadáver. Se llamaba Nilo Gady. Esto me causó verdadero impacto. Desde ese día empecé a dibujar carrozas y funerales"

—A poco andar usted fue profesional, uno de los másjóvenes de la pluma y el pincel.

—Efectivamente. El año 1910, la revista "La Semana Política", que editaba don Ricardo Salas Edwards, me publicó una caricatura que ahora está eternamente de actualidad. Es una especie de Verdejo (no lo había inventado todavía) que está quejándose porque no hay manera de financiar el presupuesto.

—¿Cuánto le pagaron?

—Diez pesos, fíjese. Pero diez pesos a la par con el dólar, que me sirvieron por mucho tiempo. Compré útiles de dibujo, e invité a mis amigos a tomar helados.

—¿De dónde surgió en usted el interés por el hipnotismo?

—No recuerdo bien la fecha, pero llegó aquí un famoso hipnotizador mundial, que se llamaba Onafroff. Se presentó en el Teatro Municipal, porque era de fama extraordinaria. Yo fui a galería con un condiscípulo. No le perdí gesto ni ademán. Invitó a subir a algunas personas al escenario y tras unos pases, los dejaba convertidos en verdaderas marionetas. Hacía con ellos lo que quería. Al día siguiente llegué al instituto y en el recreo empecé a imitarlo. Los muchachos quedaron pegados en los asientos. Hay todavía testigos, como Eduardo Moore Montero

—El gran orador del Senado.

—Precisamente. Me animaba: si te dicen que esto no es cierto, di que yo lo he visto.

—Cuentan que usted hipnotizaba, además, a sus profesores y que  pasaba los exámenes muy rápidamente.

—No fue precisamente así. En clase defrancés, el profesor, monsieur Roger, era irascible. Antes que el maestro llegara a la sala, me subí en la tarima, di una ráfaga a todo el curso. Luego ordené:

"'IEstén todos tartamudos" Nadie podrá hablar correctamente durante la clase. Luego me senté. Monsieur Roger vino, empezó la lección. "A ver fulano..." Y todos tartamudeaban. Creyó que le hacían una broma pesada. Amenazó con el uno para todos. Un compañero me acusó, con mucha dificultad. En ese momento iba pasando Mariano Latorre, que era inspector del patio. "Monsieur Latorre —dijo— i Venga! Lleve a Délano donde el Rector". Latorre me preguntó qué había hecho.

—¿Es cierto que tienes hipnotizado al curso?

—Le expliqué que había tratado de hacer un experimento de hipnosis colectiva muy importante. Ahí estaban todos tartamudeando.

Con justificado temor de que efectuara algún pase de hipnotismo conmigo interrumpí:

I El "De Profundis" es de 1975.

—Para salir de esta racha hipnótica, le voy a preguntar ¿qué fue primero en sus inclinaciones, el cine o la pintura? Ya teníamos al dibujante, pero en usted hay un pintor.

 —Todo fue simultáneo —respondió sonriente—. Afloró en el cuarto año de humanidades del Instituto Nacional. Ahí, el hipnotismo. Y un premio en el Palacio de Bellas Artes con un grupo de personajes populares. Además, la pintura. Tuve la suerte de ser alumno, nada menos, que del gran marinista inglés, mister Thomas Somerscales.

—Usted me habló, alguna vez, sobre una técnica especial que él tenía para los modelos de barcos.

 —i Ah, claro! Nosotros considerábamos a Somerscales una especie de tío, porque había sido íntimo amigo de mi padre en el Colegio MacKay. Y cuando venía a Chile, lo primero que hacía era visitar a la familia Délano. En el último viaje, mi hermana le cedió un gran salón de una casa antigua para que instalara su estudio.

"Para qué decir que yo me quedaba todo el día, junto a este maestro, a mirar cómo hacía sus cuadros. Me llamó la atención, pues construía unas miniaturas de barcos a escala, perfectos. U tilizaba una técnica muy notable: para dar a las velas la concavidad del viento, tomaba trozos de tela, les echaba agua de cola, y ponía municiones que les daban esa concavidad. Una vez secas, sacaba las velas y las ponía en sus vergas correspondientes".

—iLo que no hizo Alvaro Casanova Zenteno, que salía mar afuera en sus embarcaciones...! ¿Qué fue para usted el cine? Le ruego, recuerde qué significó en su vida.

—Empecé con la linterna mágica. Mi padre nos trajo de Europa unas proyectoras con una colección de vistas maravillosas. Eramos diez hermanos: seis hermanas y cuatro hombres, todos inquietos. Dicen que es una familia de locos. iOjalá, porque de los cuerdos no se puede esperar nada...!

—Así lo señala la historia mundial.

—Llegó el primer cine al país y no había salas para exhibirlo. Los empresarios arrendaban salones de té y mi papá me llevó a la confitería Suiza de la Plaza Yungay. Ahí me tocó ver la famosa película "El Viaje a la Luna", de George Méliés, que fue el precursor del cine en el mundo. Murió pidiendo limosna en las puertas de los teatros de París. iMire, que increíble! ¿Ah...?

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